Sin apenas darse cuenta sus pasos le habían llevado a lo más profundo del bosque. En ese momento despertó de su letargo y descubrió a su alrededor un instante de tiempo que le sumió en una calma indescriptible. Sus ojos se cerraron lentamente y por sus oídos se colaba el susurro de las hojas cayendo de un gran árbol, le parecía que su corazón había dejado de palpitar, tal era la levedad de todo su ser que le pareció inundar todo lo que le rodeaba.
- Señor, ¿por qué razón te has cruzado en mi vida?
- Señor, ¿porqué me resisto una y otra vez a negar ese encuentro?
- Señor, ¿porqué mi fe es tan inestable y oscilante?
- Señor, ¿para qué todo lo que estoy viviendo?
- No, no debo preguntar, ni porqué, ni para qué.
- Debo aceptar y caminar hacia su encuentro…
Su mente se paralizó, en una décima de segundo un vacío llenó su mente, un escalofrío recorrió todo su cuerpo…
Cayó de rodillas sobre un manto de hojarasca que crepitó bajo el peso de su cuerpo, y después comprendió…