Día tras día llegan a nuestros oídos noticias escalofriantes sobre asesinatos o violaciones cometidos por menores, lamentablemente son tan frecuentes que llegamos a no escandalizarnos por ello.
Una noticia me llamó mucho la atención, "los asesinos de Ripollet (dos menores de 14 y 15 años), condenados por asesinar a una compañera de clase en noviembre de 2008 fueron puestos en libertad tras pasar sólo nueve meses en un centro de internamiento".
Las preguntas que nos debemos hacer ante estos hechos son las siguientes: ¿por qué unos menores son capaces de cometer semejante crimen? y ¿por qué es posible que los criminales no reciban un merecido castigo?
A la primera pregunta la respuesta es clara, la sociedad en la que vivimos se está conviertiendo lenta pero inexorablemente en una comunidad sin valores, en un lugar donde la linea divisoria entre el bien y el mal va quedando difuminada. Las generaciones más jóvenes crecen sin referencias morales y con un relativismo que todo lo inunda. En los hogares no se dedica el tiempo suficiente a la educación de los hijos y se delega esa responsabilidad a los centros educativos, los cuales generalmente ya no se encargan de transmitir conocimientos y cultura de una manera objetiva a los alumnos, sino de inculcar una serie de principios políticamente correctos, alejados cada vez más de los principios tradicionales que han pasado de generación en generación a lo largo de los años. Por esta razón los menores no tienen un lugar sólido donde su conciencia pueda agarrarse en momentos críticos.
Respecto a la segunda pregunta, la respuesta tiene que ver con el hecho de que la justicia no se ha adaptado al cambio que se está produciendo en la sociedad, se sigue considerando que el menor no tiene la suficiente conciencia como para cometer un crimen atroz, con lo cual la pena queda reducida notablemente.
El primer paso que se tiene que dar es modificar la ley del menor con el fin de que los crímenes cometidos por menores sean judicialmente valorados como tales, a partir de ahí posiblemente despertemos del letargo en el que nos encontramos y nos demos cuenta del cambio que se está produciendo en la sociedad.
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